sábado, octubre 28, 2006

Noche y día, o noche, noche y noche

En Islandia estamos teniendo un otoño maravilloso. Empezamos octubre con unos días inolvidables, un inmenso cielo azul y el sol que se colaba por cada una de las ventanas de las casas y edificios envejecidos por el clima seco, frío y salino. Me sentí como si la naturaleza me tendiera una alfombra dorada mostrándome el camino de los veinte.
Pues celebré mi cumpleaños la tarde del domingo ocho de octubre (el día anterior) en la cafetería de la universidad donde trabajo. Compré unos pasteles riquísimos y quedamos unos cuantos amigos. Fue muy emotivo, por primera vez me gustó celebrar mi cumpleaños. Desde los catorce que no lo había celebrado más, me da terror sentirme el centro de atención y a la vez no me gusta que la gente se gaste dinero en mi. Parece un poco estúpido, pero me agobia sentirme el motivo de la celebración, sin embargo me encanta ir a las fiestas de amigos y regalarles algo.

Las semanas siguientes han sido una locura, mezcla de trabajo, cansancio y estrés, mucho estrés. A pesar de todo el otoño nos dejó pronto y dio paso al invierno. Las temperaturas bajaron a los bajo cero, pero por sorpresa el sol no nos ha abandonado, todavía. Es un último adiós, el invierno nos va robando el sol, la vida... Poco a poco nos va dejando y la noche, la oscuridad nos engulle. El frío y la noche nos convierten en osos polares adormecidos, suaves, mullidos y lentos. Hasta que llegan las rebajas de navidad y pasamos de osos a ser frenéticos seres humanos con billetes de cinco mil en los bolsillos que desaparecen en segundos. Y todo esto para volver a hibernar bajo los abrigos de pieles nuevos...

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