lunes, junio 13, 2005

Paseo del atardecer a media noche

Me gusta demasiado recordar, recordar aquello que ya sucedió y no va a cambiar.
Imaginar los caminos recorridos en distintas direcciones hacia diferentes destinos.
Camino cerca del mar, pasando al lado de las olas tranquilas, en aguas apaciguadas. El cielo intenta pronunciar con un estallido de colores y formas, el destino. Las escasas nubes corren para alcanzar el olvido.
A lo lejos los pescadores cazan aquellos desganados peces que prefieren morir engañados, y todavía más lejos los pájaros se pelean por conseguir bocado.
Un niño aparece y desaparece entre las olas, su llanto hace despertar los duendes embriagados, y de pronto el escenario vuela y cambia.
Los duendes llevan el niño al bosque, le revelan sus maravillas enseñándole las grandes rosas blancas nacidas sin espinas. El olor a esperanza, la luz a la vida apacigua su llanto y de pronto el escenario vuela y cambia.
El niño vuelve al mar, su sonrisa se refleja en los espejos de la nada. Poco a poco se desvanece y me guiña el ojo, intento irme con él, pero es tan veloz que no le alcanzo, hasta que dejo de oír su presencia.

Mariona

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